Albert Camus


¿Señor, puedo ofrecerle mis servicios, sin correr el riesgo de parecerle importuno? Temo que no logre usted hacerse comprender por el estimable gorila que preside los destinos de este establecimiento. En efecto, solo habla holandés. A menos que usted no me autorice a abogar por su causa, él no adivinará que desea usted ginebra.  Vamos, me atrevo a esperar que haya comprendido. Ese cabeceo ha de significar que el hombre se rinde a mis argumentos. Sí, en efecto, ya va, se apresura con una sabia lentitud. Tiene usted suerte, no gruñó. Cuando se niega a servir, le basta un gruñido, y entonces ya nadie insiste. Ser rey de sus humores es el privilegio de los animales más evolucionados. Pero, en fin, me retiro, señor, contento de haberle sido útil. Se lo agradezco y aceptaría, si estuviera seguro de no serle molesto. Es usted demasiado amable.

La caída
Albert Camus
(30/01/2013)

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