Conocí a Dean poco después de que mi mujer y yo nos separásemos. Acababa
de pasar una grave enfermedad de la que no me molestaré en hablar,
exceptuado que tenía algo que ver con la casi insoportable separación y
con mi sensación de que todo había muerto. Con la aparición de Dean
Moriarty empezó la parte de mi vida que podría llamarse mi vida en la
carretera. Antes de eso había fantaseado con cierta frecuencia en ir al
Oeste para ver el país, siempre planeándolo vagamente y sin llevarlo a
cabo nunca. Dean es el tipo perfecto para la carretera porque de hecho
había nacido en la carretera, cuando sus padres pasaban por Salt Lake
City, en un viejo trasto, camino de Los Angeles. Las primeras noticias
suyas me llegaron a través de Chad King, que me enseñó unas cuantas
cartas que Dean había escrito desde un reformatorio de Nuevo México. Las
cartas me interesaron tremendamente porque en ellas, y de modo ingenuo y
simpático, le pedía a Chad que le enseñara todo lo posible sobre
Nietzsche y las demás cosas maravillosamente intelectuales que Chad
sabía. En cierta ocasión, Carlo y yo hablamos de las cartas y nos
preguntamos si llegaríamos a conocer alguna vez al extraño Dean
Moriarty. Todo esto era hace muchísimo, cuando Dean no era del modo en
que es hoy, cuando era un joven taleguero nimbado de misterio. Luego,
llegaron noticias de que Dean había salido del reformatorio y se dirigía
a Nueva York por primera vez; también se decía que se acababa de casar
con una chica llamada Marylou.
Jack Kerouac (On the Road, 1957)
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