"Era un verano extraño, sofocante, el verano en que
electrocutaron a los Rosenberg, y yo no sabía qué estaba haciendo en
Nueva York. Les tengo manía a las ejecuciones. La idea de ser
electrocutada me pone mala, y eso era lo único que se podía leer en los
periódicos, titulares que como ojos saltones me miraban fijamente en
cada esquina y en cada entrada al Metro, mohosas e invadidas por el
olor de los cacahuates. No tenía nada que ver conmigo, pero no podía
evitar preguntarme qué se sentiría al ser quemado vivo de la cabeza a
los pies. Pensé que debía de ser la cosa más terrible del mundo.
Nueva York, era bastante desagradable. A las nueve
de la mañana la falsa frescura campestre que de algún modo rezumaba
durante la noche, se evaporaba como la parte final de un dulce sueño.
Color gris espejismo en el fondo de sus desfiladeros de granito, las
calles tras las capotas de los coches se chamuscaban y brillaban y el
polvo seco y ceniciento se metía en los ojos y en la garganta."
Sylvia Plath (La campana de cristal, 1963)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡Gracias!