Sí, señora.

Puso la bandeja entre ambos. Por favor, dijo, sírvete tú mismo.
Mejor será que no. Tendría pesadillas si comiera tan tarde.
Ella sonrió y desdobló una pequeña servilleta de hilo de la bandeja.
Yo siempre he tenido sueños extraños. Pero me temo que son completamente independientes de mi hora de cenar.
Sí, señora.
Los sueños tienen una larga vida. Ahora sueño cosas que ya soñaba de muchacha. Tienen una extraña duración para ser algo no del todo real.
¿Cree que significan algo?
Pareció sorprenderse. Oh, sí, dijo. ¿Tú no?
Bueno, no lo sé. Están en la cabeza.
Ella volvió a sonreír. Supongo que no considero eso una condena, como haces tú. ¿Dónde aprendiste a jugar al ajedrez?
Mi padre me enseñó.
Debe de ser un jugador muy bueno.
Era el mejor que he visto en mi vida.
¿No podías ganarle?
A veces. Estuvo en la guerra y después de su regreso pude vencerle, pero no creo que jugase con atención. Ahora no juega nunca.
Es una lástima.
Sí, señora. Lo es.
Ella llenó otra vez sus tazas.
Perdí los dedos en un accidente de caza, dijo. En el tiro al pichón. El cañón derecho explotó. Yo tenía diecisiete años. La edad de Alejandra. No es nada bochornoso, pero la gente es curiosa. Es natural. Adivino que la cicatriz de tu mejilla se debe a un caballo.
Sí, señora. Fue culpa mía.
Le observó, no sin simpatía. Sonrió. Las cicatrices tienen el extraño poder de recordarnos que nuestro pasado es real. Los sucesos que las causan no se pueden olvidar nunca, ¿verdad?
No, señora.
Alejandra estará en México con su madre durante dos semanas. Luego pasará el verano aquí.
Él tragó saliva.
Pese a lo que mi aspecto puede sugerir, no soy una mujer particularmente anticuada. Aquí vivimos en un mundo pequeño. Un mundo cerrado. Alejandra y yo discrepamos a fondo. Muy a fondo, en realidad. Se parece mucho a mí cuando tenía sus años y a veces tengo la sensación de estar luchando conmigo misma a su edad. Fui desgraciada de niña por razones que ya no son importantes. Pero lo único en que estamos unidas, mi sobrina y yo...
Se interrumpió. Dejó a un lado la taza y el platillo. En la madera barnizada de la mesa quedó un círculo de vapor donde habían estado que fue disminuyendo por los bordes y desapareció. Ella alzó la mirada.
No tenía a nadie para aconsejarme, ¿sabes? De todos modos, quizá no habría hecho caso. Crecí en un mundo de hombres. Pensé que esto me prepararía para vivir en un mundo de hombres, pero no fue así. También era rebelde y puedo reconocerlo en los demás. Sin embargo, no creo que deseara romper cosas. O quizá sólo las cosas que deseaban romperme a mí. Los nombres de las entidades que tienen poder para obligarnos a cambiar con el tiempo. La convención y la autoridad son reemplazadas por la debilidad. Pero mi actitud hacia ellas no ha cambiado. No ha cambiado.
Como ves, no puedo evitar comprender a Alejandra. Ni siquiera en sus peores momentos. Pero no permitiré que sea desgraciada. No permitiré que se hable mal de ella. O que sea objeto de chismorreos. Sé lo que es eso. Ella cree que puede sacudir la cabeza y desecharlo todo. En un mundo ideal, el chismorreo de los ociosos no tendría importancia. Pero he visto las consecuencias en el mundo real y pueden ser muy graves. Pueden ser consecuencias de una gravedad que no excluye el derramamiento de sangre. Que no excluye la muerte. Lo he visto en mi propia familia. Lo que Alejandra desecha como una cuestión de mera apariencia o costumbre anticuada...
Hizo un movimiento rápido con la mano imperfecta que equivalió a la vez a un rechazo y una recapitulación. Posó de nuevo las manos y le miró.
Aunque eres más joven que ella, no es decoroso que os vean cabalgar juntos en el campo sin supervisión. Desde que esto llegó a mis oídos, he estado dudando sobre hablar de ello a Alejandra y he decidido no hacerlo.
Se apoyó en el respaldo. Él podía oír el tictac del reloj del zaguán. No llegaba ningún sonido de la cocina. Ella le observaba.
¿Qué quiere que haga?, preguntó.
Quiero que seas considerado con la reputación de una muchacha.
Nunca fue mi intención no serlo.
Ella sonrió. Te creo, dijo, pero debes comprenderlo. Esto es otro país. Aquí la reputación de una mujer es todo lo que tiene.
Sí, señora.
No hay perdón, ¿sabes?
¿Cómo?
No hay perdón. Para las mujeres. Un hombre puede perder su honor y reconquistarlo. Pero una mujer no puede. No puede.
Siguieron sentados. Ella le observaba. Él dio unos golpecitos sobre la copa de su sombrero en reposo con las yemas de sus cuatro dedos y levantó la vista.
Supongo que debo decir que esto no parece justo.
¿Justo?, repitió ella. Oh, sí. Bueno.
Volvió una mano en el aire como si recordase algo que se le había extraviado. No, dijo. No. No es una cuestión de justicia. Tienes que comprenderlo. Es una cuestión de quién debe decidir. En este asunto decido yo. Soy la persona que decide.
El reloj hacía tictac en el zaguán. Ella seguía observándole. Él cogió su sombrero.
Bueno, creo que debo decir que no tenía que invitarme sólo para decirme esto.
Tienes toda la razón, dijo ella. Por eso he estado a punto de no invitarte.


Cormac McCarthy (Todos los hermosos caballos, 1992)

Acabar de leer esto y no poder evitar soltar un alarido en voz alta. 
Qué jodidamente brillante.

4 comentarios:

  1. Qué sorpresa llegar a este blog. Me tiene cohibido tu voracidad lectora y la naturaleza de los títulos con los que te arriesgas. A mis 27 años puedo decir que no soy tan valiente como tú. Y eso que soy alto...

    Estaré por aquí. A ver si me atrevo con cosas que tienen más dientes que yo.

    Little bye

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    1. Es que soy dura de roer, yo no me puedo ir a lo fácil... jajaja
      Seguro que si te atreves te vas a sorprender. En realidad es sólo apariencia, pero si los acaricias y los lees un poquito, te lo dan absolutamente todo. Al menos eso pasa con McCarthy, Miller y etcétera.
      Así que yo espero que te animes y podamos comentar lecturas :)

      Muchas gracias por tus palabras, un comentario de apoyo siempre viene muy bien :)

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  2. Hola Brenda,
    Yo, siguiendo el consejo de Rafa, he empezado la trilogía por "En la frontera". Algo me dice que la voy a leer del tirón, el fragmento que has seleccionado es desde luego magnífico :)

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    1. Yo no lo he acabado todavía porque este finde he estado liada con la comunión de mi hermana, que sino....Es un vicio. Tengo unas ganas de acabar las cincuenta páginas que me quedan. Luego le hincaré el diente a En la frontera. Me han comentado que es EL LIBRO.

      Muchas gracias por pasarte por aquí :)
      Un saludo enorme.

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¡Gracias!