Ha sido un sueño, una ilusión...

(Aeropuerto del Prat, 2013)
Rompí el sello. Era de ella.

«Perdone, perdóneme -me decía Nastenka-, de rodillas se lo pido, perdóneme. Le he engañado a usted y me he engañado a mí misma. Ha sido un sueño, una ilusión... ¡No puede imaginarse cómo le he echado de menos hoy! ¡Perdóneme, perdóneme! No me culpe, porque en nada he cambiado con respecto a usted. Le dije que le amaría y ya le amo, y aún le amo más de la cuenta. ¡Ay, Dios mío! ¡Si fuera posible amarles a ustedes dos a la vez! ¡Ay, si fuera usted él! ¡Ay, si él fuera usted! ¡Dios sabe lo que yo haría por usted ahora! Sé que está usted apesadumbrado y triste. Le he agraviado, pero ya sabe usted que quien ama no recuerda largo tiempo el agravio. Y usted me ama. Le agradezco, sí, le agradezco a usted ese amor. Porque ha quedado impreso en mi memoria como un dulce sueño, un sueño de esos que uno recuerda largo rato después de despertar; siempre me acordaré del momento en que usted me abrió su corazón tan fraternalmente, en que tomó en prenda el mío, destrozado, para protegerlo, abrigarlo, curarlo... Si me perdona, mi recuerdo de usted llegará a ser un sentimiento de gratitud que nunca se borrará de mi alma...Guardaré ese recuerdo, le seré fiel, no le haré traición, no traicionaré mi propio corazón; es demasiado constante.
Perdónenos, y recuerde y quiera a su Nastenka.»

Leí varias veces la carta con lágrimas en los ojos. Por fin se me escapó de las manos y me cubrí la cara. 



Fiódor Dostoyevski (Noches blancas, 1848)

4 comentarios:

  1. De los libros menos conocidos seguramente del autor es una novelita preciosa. Realmente preciosa

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    1. A mí me dejó sin palabras. La viví con tanta intensidad...Me recordaba demasiado a algo que había vivido ya y la emoción se duplicaba. Increíble, es impresionante y como tú dices, preciosa.

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  2. "No traicionaré mi propio corazón. Es demasiado constante."

    Creo que en eso se fundamenta todo, cuando el tonto músculo pectoral bombea en todas las direcciones nadie te toma en serio. No puedes verte con la gravedad de lo cierto.

    Pero cuando la sístole y la diástole deciden ir de la mano hacia aquello que nos detiene los latidos... Ahí, sí, ahí queda claro que la traición no tiene cabida en una operación a corazón abierto.

    Maldito Dostoyeevski...

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