«Más
allá del crepúsculo sentía el agua, la olía. Cuando la primavera
florecía y llovía se olía por todas partes no se notaba tanto otras
veces pero cuando llovía el olor comenzaba a entrar en casa con el
crepúsculo o porque al atardecer se intensificase la lluvia o por algo
que hubiera en la propia luz pero entonces era cuando el olor se tornaba
más intenso hasta que ya en la cama yo pensaba cuándo
acabará cuándo acabará. La corriente de aire que entraba por la puerta
olía a agua, un continuo hálito de humedad. A veces yo conseguía
dormirme repitiéndolo una y otra vez hasta que se mezclaba con las
madreselvas todo terminó por simbolizar la noche y el desasosiego no me
parecía estar despierto ni dormido mirando hacia un largo pasillo de
media luz grisácea donde todas las cosas estables se habían convertido
en paradójicas sombras todo cuanto yo había hecho sombras todo cuanto yo
había sufrido tomando formas visibles grotescas y burlándose con su
inherente irrelevancia de la significación que deberían haber afirmado
pensando era yo no era yo quién no era no era quién.»
William Faulkner (El ruido y la furia, 1929)
De pronto llegó Faulkner y lo trastocó todo...
ResponderEliminarMe ha dado ruido y, sobre todo, furia.
EliminarAunque Faulkner no es el único culpable, eh. Ha tenido ayuda.
:D
Si llego a tener vacaciones en agosto, me lanzo :)
ResponderEliminar¡Lánzate Marisa! Es increíble, de verdad :)
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